Sunday, March 22, 2009

Pistas para políticos y para periodistas

Se ha dicho siempre: una campaña electoral es esencialmente un acto de movilizar a personas a votar por un candidato y esto se logra haciendo que esas personas se decidan entre las opciones disponibles, comunicando y emocionando a esas personas, al electorado. Ese candidato, el que logra diferenciarse y emocionar, lo logra generalmente haciendo uso de un mensaje efectivo que llega a esos distintos segmentos poblacionales y los mueve.

También es esencial reconocer la efectividad de los medios disponibles para comunicar esos mensajes a los estratos del electorado que se hacen receptores de ese mensaje, cómo llegarles, cómo hacer que dentro del amplio espectro de eventos y hechos que llaman su atención, respondan a ese mensaje que se les envía desde el comando de la campaña.

Se supone, aunque eso no se evidencia tan frecuentemente en nuestro medio, que un candidato tiene un esquema general de cuantos votos necesita para ser electo y que además sabe donde están esos votos, como estarán segmentados esos votos, es decir, que porciento de los votos serán necesarios de cada clase social o de cada ubicación geográfica, de cada sexo, de cada rango de edad y además como impactará el mensaje de la campaña en cada uno de esos sectores y cómo se les hará llegar a cada segmento del electorado el mensaje que queremos que consuma y le altere en nuestro favor.
Claro que la cuestión no es tan mecánica como simplemente realizar un análisis estratégico de nuestro candidato y de los oponentes y maximizar sus ventajas comparativas sobre las demás, minimizando sus debilidades, además se tiene que revisar si el “mensajero” de verdad tiene las condiciones para llevar el mensaje, para comunicar el mensaje ( Faucheaux, 2002), si de verdad tiene el “ángel” , ese factor carisma que es nada despreciable en estos temas.

La encuesta que en semanas pasadas realizó el Grupo Consulting y que se publicó en un diario de circulación nacional, muestra una realidad de altísima relevancia para los interesados en las campañas electorales, tanto si se trata de los que hacemos vida en los partidos políticos como a los que hacen opinión en los medios de comunicación. Se trata de una radiografía de los grupos poblacionales más numerosos y de menores ingresos de las grandes ciudades del país. Una imagen topográfica del grupo mayoritario del electorado dominicano, realizada con despeje de los vericuetos de los intereses corporativos de los partidos políticos y sin el secretismo estéril de los asesores de campaña, útil para los operadores económicos como para los operadores políticos.

La encuesta nos retrata a ese dominicano promedio de los barrios pobres de las grandes ciudades. Partiendo de las informaciones publicadas (siempre se debe contar con que no todo se publica) se puede decir que ese dominicano es un individuo joven, mayoritariamente mujer, que tiene ingresos menores a doce mil pesos, pero que gasta mas de 600 pesos en teléfono celular, que no ha terminado la educación primaria, de relaciones sentimentales casi siempre informales, de fuerte arraigo familiar, con adultos mayores y jóvenes conviviendo en el mismo entorno debido al déficit habitacional y a la falta de oportunidades, que sin embargo tiene televisor a color, pocos radios y casi nunca acceso a internet.

A pesar del panorama de crisis ese dominicano es mayoritariamente optimista, reconoce la crisis y afirma que la cosa no está fácil, pero, por encima de todo eso, ve el futuro con esperanza de mejoría y se vislumbra a si mismo en progreso en los próximos años.

Muchas veces nos vemos en el espejismo de creer que lo que nos entregan como mensaje los que hacen “opinión pública” es coincidente con los que piensan la mayoría de las personas, que si algo se repite con insistencia en las ruedas de prensa de las ong’s financiadas por USAID, es porque refleja la realidad de la mayoría de la gente.
Esa encuesta trae un dato revelador. Solo el 2.5% de la gente piensa que para enfrentar la crisis el gobierno debería reducir sus gastos de personal, caso defendido con vehemencia por el presidente Fernández en su discurso del 27 de febrero, pero tengo la impresión de que efectivamente el Presidente tiene el conocimiento del origen minoritario (aunque no sin importancia) de esa propuesta, lo interesante es que Fernández dio una respuesta en el lenguaje que puede asimilar esa minoría, razón que nos lleva a pensar que tenía pleno conocimiento de que era un mensaje para esos pocos y no para toda esa masa que no piensa igual. Quizás le reconozcan, sus furibundos adversarios, que Fernández tiene muchísimo más contacto y conocimiento de la realidad de lo que le atribuyen.

Volviendo al dominicano, este sigue visitando el colmado para sus compras y lo hace diariamente, hay que suponer que este es un centro de propagación de intereses y de informaciones importante. El celular es un fenómeno demoledor, el 84% de la gente de ese segmento anda con uno encima y paga 620 pesos mensuales en tarjeta (por cierto mucho más que de agua potable y alcantarillado sanitario). Muy pocos tienen tarjeta de crédito o cuentas corrientes, de manera que sigue siendo el financiamiento informal la vía de equilibrar los presupuestos o de apoyar los emprendedores, un universo gigantesco para el microcrédito.

Al ver este panorama uno se explica porque ve a políticos, artistas, periodistas, productores de televisión que se ufanan de la calidad de sus mensajes y de la profundidad de sus productos pero que nunca llegan a ser asimilados por las grandes mayorías, que son esos dominicanos con ingresos de menos de 12,000 pesos. Esos que intentan redefinir artificial y teóricamente a sus potenciales receptores, cometen un abuso de intolerancia y egocentrismo, al pensar que es el pueblo el que de la noche a la mañana debe cambiar su realidad existencial para acceder al mensaje que le envían esos “intelectuales” y no lo contrario, que esos genios deben adaptarse y comunicarse efectivamente con la mayoría, no solo para moverla a actuar a favor de sus intereses, sino para contribuir con esto a mejorarla y elevar su nivel de vida y sus conocimientos.

Debería bastarles con recordar al Juan Bosch de 1962, pero si tienen alguna amnesia, a esos, los que se sientan a esperar que le reconozcan sus dotes, deberían, mientras esperan, estudiar a Leonel Fernández. Este hombre ha sido electo democrática y mayoritariamente electo presidente en tres ocasiones y en medio de la crisis que afecta a la humanidad, su pueblo pobre le apoya en más de un 56%. Estudien como se comunica, sigan sus mensajes y descubran como los hace llegar a esos sectores y descubrirán a alguien que sabe para quien habla, que habla para que de verdad le entiendan y que tiene lazos firmes con esos dominicanos cuyo optimismo se puede extrapolar a que confían en que el timón sigue en manos firmes, aunque algunos remeros vociferen, como lobos, cantos a la luna.

Sunday, March 01, 2009

YO SOY LA LEY, DESDE UN PARQUEO HASTA EL CONGRESO NACIONAL

El otro día me dirigía a un sitio público y mientras trataba de parquearme me hizo señales un “parqueador” informal para que me ubicara en un lugar que el indicaba. Cuando me acerqué me di cuenta que se trataba de un sitio donde había, pintado en el pavimento, unos cruces peatonales; si parqueaba en aquel sitio estaría bloqueando el paso de los peatones, una violación a las normas de convivencia y seguramente una infracción de tránsito. Le hice saber al amigo “parqueador” que su propuesta era una invitación a violar la ley, el se quedó turbado, miro al suelo, hacia los lados, se puso la mano en al barbilla y me dijo: “Barón, párese aquí, que yo soy la ley, no me ve con el chaleco y el pito”.

Este hombre sentía que la costumbre de hacer lo que quiera en ese parqueadero le constituye en definidor “natural” del uso del espacio público, como nadie seguramente le ha corregido nunca, él ha llegado a pensar que su derecho a buscar el sustento de su familia le habilita para ignorar las reglas del lugar, aunque esto cercene el derecho de los peatones a cruzar por el lugar reservados para ellos.

Aclaro que yo, por supuesto, no me estacioné en ese lugar, a pesar de los pitidos del Hombre-Ley.

Cuando el Presidente de la República fue interrumpido durante el acto solemne de rendición de cuentas frente al pleno del Congreso Nacional, dirigiéndose a toda la nación, se dio un acto similar, es decir, la actuación de otro Hombre-Ley. El diputado Ulises Rodríguez se encolerizó por lo que creyó fue una discriminación y no le importó la solemnidad del acto que se llevaba a cabo, su visión personal, individual, mejor dicho le importó más su ego que las mínimas reglas de convivencia, que la mínima educación o consideración por los demás. Para Rodríguez en ese momento él era la ley, aunque sin chaleco ni pito.

No podía el diputado hacer cualquier reclamo a través de su bloque parlamentario, la presidencia de la cámara o personalmente en una sesión en el hemiciclo y no hacer un reclamo y un contacto físico con un militar en ese momento. Es decir, por qué pensar que su necesidad de desahogo personal, fundamentado o no, estaba por encima de un acto de todos, del país, de la República. Se trata de una acción de anárquica imperdonable para un legislador que debe ocuparse de dictar las normas de civilidad, de derechos y deberes democráticos en el marco de un Estado de Derecho.
El diputado Rodríguez debería disculparse ente el país, ante los santiagueros y ante sus electores de la circunscripción número tres de Santiago, porque su actuación estuvo muy por debajo de su actual investidura y de lo que esperan los ciudadanos de un legislador.

La acción del Hombre-Ley del paqueo se resuelve por la objeción del ciudadano a violar las normas, pero la acción del Hombre-Ley diputado solo puede ser resuelta por una disculpa pública que repare parcialmente ese desaguisado.