Sunday, March 01, 2009

YO SOY LA LEY, DESDE UN PARQUEO HASTA EL CONGRESO NACIONAL

El otro día me dirigía a un sitio público y mientras trataba de parquearme me hizo señales un “parqueador” informal para que me ubicara en un lugar que el indicaba. Cuando me acerqué me di cuenta que se trataba de un sitio donde había, pintado en el pavimento, unos cruces peatonales; si parqueaba en aquel sitio estaría bloqueando el paso de los peatones, una violación a las normas de convivencia y seguramente una infracción de tránsito. Le hice saber al amigo “parqueador” que su propuesta era una invitación a violar la ley, el se quedó turbado, miro al suelo, hacia los lados, se puso la mano en al barbilla y me dijo: “Barón, párese aquí, que yo soy la ley, no me ve con el chaleco y el pito”.

Este hombre sentía que la costumbre de hacer lo que quiera en ese parqueadero le constituye en definidor “natural” del uso del espacio público, como nadie seguramente le ha corregido nunca, él ha llegado a pensar que su derecho a buscar el sustento de su familia le habilita para ignorar las reglas del lugar, aunque esto cercene el derecho de los peatones a cruzar por el lugar reservados para ellos.

Aclaro que yo, por supuesto, no me estacioné en ese lugar, a pesar de los pitidos del Hombre-Ley.

Cuando el Presidente de la República fue interrumpido durante el acto solemne de rendición de cuentas frente al pleno del Congreso Nacional, dirigiéndose a toda la nación, se dio un acto similar, es decir, la actuación de otro Hombre-Ley. El diputado Ulises Rodríguez se encolerizó por lo que creyó fue una discriminación y no le importó la solemnidad del acto que se llevaba a cabo, su visión personal, individual, mejor dicho le importó más su ego que las mínimas reglas de convivencia, que la mínima educación o consideración por los demás. Para Rodríguez en ese momento él era la ley, aunque sin chaleco ni pito.

No podía el diputado hacer cualquier reclamo a través de su bloque parlamentario, la presidencia de la cámara o personalmente en una sesión en el hemiciclo y no hacer un reclamo y un contacto físico con un militar en ese momento. Es decir, por qué pensar que su necesidad de desahogo personal, fundamentado o no, estaba por encima de un acto de todos, del país, de la República. Se trata de una acción de anárquica imperdonable para un legislador que debe ocuparse de dictar las normas de civilidad, de derechos y deberes democráticos en el marco de un Estado de Derecho.
El diputado Rodríguez debería disculparse ente el país, ante los santiagueros y ante sus electores de la circunscripción número tres de Santiago, porque su actuación estuvo muy por debajo de su actual investidura y de lo que esperan los ciudadanos de un legislador.

La acción del Hombre-Ley del paqueo se resuelve por la objeción del ciudadano a violar las normas, pero la acción del Hombre-Ley diputado solo puede ser resuelta por una disculpa pública que repare parcialmente ese desaguisado.

1 comment:

maxwell reyes said...

Saludos Hamlet este articulo será reproducido en mi pagina www.maxwellreyes.net este miercoles 4 de marzo.

Gracias,

Maxwell Reyes
maxwellreyes@hotmail.com